lunes, 2 de enero de 2017

La caja azul del patriarca

Buenas noches de 2 de enero de 2017 -sí, 2017- y feliz año a todos vosotros, mis queridos lectores. Tomaos como regalito de reyes anticipado (aunque sea carbón) la rapidez con la que vuelvo a dejar algo por mi bitácora.

Estoy intentando algo nuevo al escribir esta entrada, y es que es la primera vez que empiezo a teclear sin tener un tema, reflexión u objetivo al que aferrarme antes de darle al botón de publicar. Algo tengo claro, intentaré por todos los medios no caer en el típico discurso profundo e intensito de año nuevo, a sabiendas de que es más que probable que en algún momento ceda a la presión, fruto del empache de turrón y el calor de la copita. 


Análogamente, no estaría fuera de lugar -aunque tampoco es un hilo en el que quisiera excederme- alguna mención al papel de la navidad en nuestra sociedad y el famoso espíritu que, abanderando su nombre, está más difuminado que nunca.

Aparece aquí la siempre conflictiva e hiriente discusión sobre si estas fechas se han convertido en un mero entretiempo hasta que ya hemos comprado excesivos regalos a excesivas personas a las que dedicamos excesivos recursos y tiempo, teniendo en cuenta lo poco que verdaderamente nos pueden llegar a importar. Todo ello mientras vamos a una cena de nochevieja en la que pasamos más tiempo mirando la pantalla del móvil y felicitando el año nuevo a gente por un grupo de Whatsapp de 60 personas, que abrazando, besando y conversando con nuestros familiares más cercanos. O quizás no nos identifiquemos con nada de esto y verdaderamente pensamos que mantenemos el espíritu navideño. Quizás. 

Pero tampoco era este el asunto que quería tratar. Y saltando de un indeseable tema a otro me voy dando cuenta de que me va quedando más bien poco que escribir. Todavía podría maldecir al terrorismo, que no da tregua ni para festejar el año nuevo -39 muertos  en Estambul-, y a la asquerosa pasividad e impasibilidad de los que gobiernan el mundo; podría esclarecer el panorama que se le abre a Donald Trump con el 2017 y su acceso al despacho oval; podría volver a hablaros del cambio climático y me creeríais porque, como yo, sabéis que este año la sábana de pelitos no está haciendo falta; podría escribir sobre todo esto y esta tan solo sería una entrada de año nuevo más en un blog cualquiera, con su tema planificado y con su presentación, nudo y conclusión. Pero no, hoy ni vosotros queréis leer ese tipo de cosas ni yo quiero escribirlas.

Hoy, cayendo irremediablemente en la innovación que me transmite el año nuevo, quiero acabar este post -pues a lo tonto ya he escrito bastante- dejando por aquí una canción llamada músic de carrer del grupo barcelonés y de letras catalanas Txarango. Y más que por el hecho de que la canción es bastante buena, si hablo de esto es por el origen del grupo.

Me parece asombrosamente estúpida, inmadura y absurda la repulsión que se tiene a todo lo que tenga mínimamente que ver con Cataluña desde el resto de España y, por desgracia, con más exaltación aun en Andalucía; la generalización por la generalización. Que empatices más con el FC Barcelona que con el Real Madrid, que bebas más Cacaolat que Nesquik, o que escuches música de dicha comunidad autónoma no tiene por qué significar, de ninguna de las formas posibles, que te sientas menos de tu tierra natal o que defiendas las ideas de Artur Mas, por ejemplo. Independientemente, huelga decir, de cualquiera que sea tu orientación o preferencias políticas. 

No sé si más que el que dijo eso de ''no me ducho desde el año pasado'' después de tomarse las uvas, pero la aversión a la totalidad de lo que provenga de dentro de las fronteras catalanas, sin distinción ni miramiento es, tristemente, tan habitual como ridícula. 

Y para finalizar con este surtido de temas navideños, pecad ahora que empieza el año disfrutando de esta canción, si podéis permitíroslo. 



''Vinc a encendre foc a la plaça!''

Gabriel García Márquez- 100 años de soledad

  Esto lo escribí en octubre de 2021 ’El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señarlas...