Hace relativamente poco tiempo descubrí que una de mis mayores aficiones es la poesía, y aunque no he leído nada en comparación con lo que me gustaría, tengo ya algunos autores y poemas favoritos. Dicho esto, no me queda otra que agradecer a mi profesora Reyes por dejarme un par de libros con algunos de los poemas de Luis Alberto de Cuenca, y como no podía ser de otra forma, por engancharme al verso.
Pues bien, os presento esta joyita llamada ''Noche de ronda'' del filólogo, ensayista, investigador... y por supuesto poeta anteriormente nombrado.
En
otro tiempo hubieras empleado la noche
en
hablarle de libros y de viejas películas.
Pero
ya eres mayor. Ahora sabes que a ellas
les
aburren los tipos llenos de nombres propios,
que tu
bachillerato les tiene sin cuidado.
De modo
que le dejas tomar la iniciativa,
desconectas
y finges que escuchas sus historias,
que
invariablemente -recuerdas de otras veces-
versan
sobre el amor, los viajes, la dietética,
su
familia, el verano, la buena forma física,
el más
allá, las drogas y el arte postmoderno.
De cuando
en cuando asientes, recorriendo sus ojos
con los
tuyos, rozando levemente sus muslos,
y elevas a
los cielos una angustiosa súplica
para que
aquella farsa termine cuanto antes.
Pasarán,
sin embargo, todavía unas horas
hasta que,
ebria y afónica, se abandone en tus brazos
y obtengas
la victoria pírrica de su cuerpo,
que, pese
a los asertos de tres o cuatro amigos,
será muy
poca cosa. Y, cuando esté dormida,
saldrás
roto a la calle en busca de una taza
de café
gigantesca, maldiciendo las copas
que
arruinaron tu hígado en la estúpida noche
y pensando
que, al fin y al cabo, merece más la pena
no comerse
una rosca y hablarles de tus libros,
amargarles
la vida con Shakespeare y con Griffith.
O buscarse
una sorda para que nada falte.
Va siendo hora de dormir, buenas noches queridos lectores, escribiré pronto.